Lo que debería haber sido el cierre de un capítulo clave en la ruta hacia un tratado global contra la contaminación por plásticos terminó en un aplazamiento. Tras diez días de intensas discusiones en el Palacio de las Naciones, los 183 Estados participantes no lograron acordar el texto del instrumento jurídicamente vinculante que busca frenar una crisis ambiental que ya afecta a ríos, mares, suelos y cadenas alimentarias.
Diferencias en puntos críticos
El Comité Intergubernamental de Negociación (INC) adelantó las sesiones con el objetivo de llegar a un borrador consolidado que allanara el camino hacia su adopción. Sin embargo, las diferencias en puntos críticos –como límites a la producción de plásticos, control de químicos peligrosos, mecanismos de financiamiento y medidas de cumplimiento– impidieron sellar un acuerdo.
La reanudación de las negociaciones congregó a más de 2.600 participantes, entre ellos más de 1.400 delegados de los países y cerca de 1.000 observadores en representación de más de 400 organizaciones. Un total de 70 ministros y viceministros, junto con treinta altos representantes, participaron además en mesas redondas informales al margen de las reuniones oficiales. Durante estos diez días de intensos debates, marcados por complejidades geopolíticas, retos económicos y tensiones multilaterales, prevaleció un elemento en común: la voluntad expresa de todos los países de permanecer en la mesa de negociación.
“Aunque no conseguimos el texto del tratado que esperábamos, en el PNUMA continuaremos la labor contra la contaminación por plásticos, una contaminación que está en nuestras aguas subterráneas, en nuestro suelo, en nuestros ríos, en nuestros océanos y, sí, también en nuestros cuerpos”, dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Retraso añade presión a calendario
El presidente del INC, el embajador ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, instó a los países a convertir la frustración en un renovado impulso para las próximas rondas. Para los observadores, el tono de las declaraciones es revelador: aunque la falta de consenso supone un revés, el compromiso de mantener las conversaciones abiertas indica que el proceso sigue vivo. Sin embargo, el retraso añade presión al calendario, que originalmente buscaba concluir el tratado a finales de 2024. El proceso, iniciado en 2022, ha contado con sesiones previas en Uruguay, Francia, Kenia y Canadá, que fueron perfilando las posturas y el borrador del tratado.
La negociación enfrenta una tensión de fondo: equilibrar la urgencia de actuar ante un problema que la ciencia considera crítico, con los intereses industriales y comerciales que dependen de la producción de plásticos.
Países con economías fuertemente vinculadas al sector muestran resistencia a medidas de reducción drásticas, mientras que otros presionan por un enfoque ambicioso que abarque todo el ciclo de vida del material.
“No alcanzar la meta que nos propusimos puede generar tristeza, incluso frustración. Sin embargo, no debe llevarnos al desánimo. Por el contrario, debe impulsarnos a recuperar nuestra energía, renovar nuestros compromisos y unir nuestras aspiraciones”, dijo Luis Vayas Valdivieso. “Aún no ha ocurrido en Ginebra, pero no tengo dudas de que llegará el día en que la comunidad internacional unirá su voluntad y trabajará de la mano para proteger nuestro medio ambiente y salvaguardar la salud de nuestra gente”.