Poblado plástico de interés social a partir de empaques flexibles
Un impactante ejemplo de compromiso con la sustentabilidad a partir de desechos de empaques flexibles despertó la admiración de los visitantes a Andina Pack, en Bogotá.
La Fundación ha logrado hasta el momento entregar a personas de bajos ingresos 9 casas como esta, adelantar con la empresa colombiana Essentia –dedicada a la producción de polipropileno, polietileno y materbatches para la industria plástica— un proyecto para 20 viviendas más en Cartagena, y trabajar en la construcción de otras 60 con la Fundación Beatriz Londoño de Medellín.
En una casa iluminada y espaciosa, sentados en cómodas sillas y frente a una mesa redonda, hablamos con John Berrío, director de la Fundación Llena una Botella de Amor, acerca de un proyecto que está convocando a un gran número de empresas en una cruzada social y ambiental de alto impacto. Por la ventana pude verse afuera un pequeño parque, con sus bancas, jardineras y juegos infantiles, rodeado por las viviendas vecinas.
La conversación transcurre en completa normalidad, aunque algo parece fuera de lugar: esas casas, esa sala, esos muebles y ese parque se encuentran en medio de uno de los pabellones principales del recinto de exposiciones de Corferias, en medio máquinas, equipos y tecnologías de envasado y procesamiento presentadas en la reciente feria Andina Pack. El escenario completo resulta asombroso: todos los componentes de este pequeño poblado dentro de la feria fueron construidos con plástico reciclado posconsumo, recuperado a partir de empaques flexibles. “Hace un tiempo recibimos una llamada de los organizadores de Andina Pack, para hablarnos de su deseo de conocer experiencias que contribuyeran a resolver el problema de los residuos plásticos”, comentó John Berrío. “Les mostramos entonces nuestro proyecto Llena una Botella de Amor y fuimos invitados a la feria”. Inicialmente, John solicitó cien metros para instalar una casa, pero los directivos de Andina Pack, entusiasmados con la idea les cedieron 650 metros cuadrados donde construyeron las casas, con la participación de varias empresas aliadas.
Empaques flexibles embotellados
Llena una Botella de Amor surgió en 2016 como una iniciativa para brindar una solución integral al manejo sustentable de los residuos de empaques plásticos flexibles de difícil recuperación, y mejorar la calidad de vida de grupos amplios de la población colombiana. Con un enfoque que involucra la participación de empresas, comunidades educativas, instituciones y la sociedad en general, la Fundación promueve el llenado de botellas plásticas con los residuos de empaques plásticos flexibles que se generan en los hogares, los centros de estudio y las empresas, y que la Fundación recibe y transforma luego con otras empresas en “madera plástica”.
Con este material, la Fundación ha logrado hasta el momento entregar a personas de bajos ingresos 9 casas, adelantar con la empresa colombiana Essentia –dedicada a la producción de polipropileno, polietileno y materbatches para la industria plástica— un proyecto para 20 viviendas más en Cartagena, y trabajar en la construcción de otras 60 con la Fundación Beatriz Londoño de Medellín. En esta misma ciudad, y con el respaldo de la Beneficencia de Antioquia, se ha proyectado además la construcción de 20 casas adicionales que se asignarán a vendedores de lotería de la ciudad. Los planes de expandir este modelo son de gran alcance: “En diez años esperamos cumplir la meta que nos hemos trazado para construir 300.000 viviendas en Colombia y 4 millones en América Latina”, dice John Berrío con seguridad. Y cuando le preguntamos cómo logrará este ambicioso objetivo, su respuesta es contundente: “Estimamos estas cifras tomando como base el déficit habitacional que existe en la región y de los índices de residuos plásticos de envases que se generan. Si aprovechamos apenas el 20% de los empaques flexibles que se disponen, podremos cumplir con nuestras metas en el transcurso de una década”.
Respaldo desde distintos frentes
El director de la fundación explica cómo actualmente en Colombia solo 1% del plástico flexible que se produce se recicla y, en materia de envases rígidos, la recuperación es de apenas de 10 %.
Si se piensa en los volúmenes de residuos plásticos necesarios para construir el número de viviendas estimadas por la Fundación, surge de inmediato una idea de lo complejo que podría resultar la recolección y la logística de su manejo y procesamiento. La dimensión de la tarea resulta aún más extrema cuando John cuenta que la Fundación la componen en Colombia apenas cuatro personas en el área administrativa. Pero el proyecto recobra viabilidad al oír hablar a su director de los pasos que se han dado para avanzar en el cumplimiento de la misión que se han trazado.
La Fundación tiene hoy operando su esquema de recolección de empaques plásticos dentro de botellas en Colombia, Argentina, Ecuador, Chile y Panamá, y cuenta con la alianza estratégica de la empresa Econciencia, que se encarga de la transformación de los materiales recuperados. “No tenemos todavía la capacidad de hacer nosotros la transformación del material en los productos, viviendas y soluciones, pero vemos cómo cada día las cosas toman un buen rumbo”, dice John Berrío con optimismo.
Diariamente, en la Fundación se reciben desde distintas ciudades y regiones de Colombia y desde otros países de América Latina llamadas de personas interesadas en acoger el programa de recuperación. Más de 104 compañías y entidades respaldan en este momento la iniciativa, con participaciones tan variadas como el llenado de botellas por parte de los empleados de algunas empresas, la entrega de excedentes industriales de operaciones de transformación de plástico, donaciones en especie y en efectivo, y contribuciones con aspectos como la imagen y la difusión del trabajo adelantando. “Este es un proyecto que convoca el concepto de economía colaborativa, y cualquier aporte que se obtenga resulta muy importante para avanzar hacia nuestras metas”, asegura John Berrío.
Una iniciativa premiada
Un importante respaldo mediático recibió en días pasados el trabajo de la Fundación Llena una Botella de Amor con el reconocimiento recibido por Caracol, uno de los principales medios de comunicación colombianos, como ganador del premio Titanes en la categoría de Sostenibilidad. “Es muy significativo para nosotros haber recibido esta distinción”, señala John Berrío, “Sin embargo ha representado también mucho trabajo, porque toda esa difusión ha atraído a mucha gente, que nos está preguntando en Colombia y en otros países cuándo les llevaremos nuestros proyectos”.
Pero esta exposición en los medios ha servido también para que muchas empresas y personas se acerquen a la Fundación a ofrecer su colaboración y a mostrar la intención de ser partícipes de esta cruzada por la sostenibilidad y la responsabilidad social. Homecenter, uno de los vendedores líderes en Colombia de materiales de construcción y productos para el hogar donó en días pasados a la Fundación 20 mil metros cuadrados de piso cerámico, que servirán para las viviendas fabricadas con la madera plástica producida con los residuos de empaques flexibles.
Una idea que enamora
Llena una Botella de Amor es un proyecto con propósito, como lo describe su creador, y su éxito radica en gran medida a los tres pilares que lo sustentan: un alto impacto social, una proyección ambiental gigante de recuperación de una cantidad considerable de plásticos, y el hecho de avanzar hacia una condición de autosostenibilidad. “En el momento en que logremos montar una planta para el procesamiento del plástico recuperado, podremos generar nuestros propios recursos”, explica Berrío.
Para todos los materiales existen en alguna medida mecanismos que por razones de peso, volumen y valor propician su recuperación, señala John Berrío, “Pero en el Colombia, ningún residuo de plástico flexible podría recuperarse bajo un esquema distinto al de la Fundación”. Esta convicción se sustenta en un estudio emprendido por la Fundación para evaluar el costo de la logística inversa de recuperar un kilo de plásticos flexibles, comparándolo con el de países en Europa. Los resultados indican que este costo es similar al de Colombia pero con una diferencia: en Europa, por las regulaciones de responsabilidad extendida del productor (EPR), el costo de esa logística lo pagan las empresas, en tanto que en Colombia es la Fundación la que realiza ese trabajo. “Las empresas son cada vez más conscientes de la responsabilidad que tienen con la disposición de los empaques flexibles, y de allí que nos estén respaldando tanto”, señala John Berrío, “Todos ganamos, la industria porque ahorra estos costos, y nosotros porque generamos una economía colaborativa, en la que los beneficios se reparten entre la sociedad”.
Es por eso que “cada día vemos más empresas enamoradas de la Fundación”, dice John Berrío, desde la sala de la casa en Andina Pack, igual a la que podrán tener miles de familias en Colombia y América Latina gracias al trabajo de John Berrío y su equipo, y a partir de los residuos de envases flexibles reunidos en millones de “botellas de amor”.
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